¿Y si no eres tú, sino tu jefe?

miércoles, 05 de abril de 2025

No es que no quieras mejorar. Es que ya no puedes más.
Hay trabajos donde dejas de proponer ideas, de dar tu opinión, de ilusionarte… no porque no te importe, sino porque te han enseñado (a base de sustos o desprecios) que da igual lo que hagas: nunca será suficiente.
Eso tiene nombre. Y no es que seas débil: se llama indefensión aprendida.

¿Qué es la indefensión aprendida?
Es un mecanismo psicológico que aparece cuando has intentado cambiar algo muchas veces… y nunca ha servido de nada.
Te esfuerzas, propones, adaptas… pero nada cambia. O peor: te castigan por intentarlo.
Con el tiempo, tu mente aprende que “no vale la pena intentarlo”. Y dejas de actuar.
No porque no puedas. Sino porque tu sistema nervioso está en modo supervivencia.

¿Qué pasa cuando tu jefe es parte del problema? No todos los jefes son malvados de película. Pero algunos lo parecen.

  • Te corrigen con desdén.
  • Se atribuyen tus logros.
  • Cambian las normas sobre la marcha.
  • Nunca sabes cómo te van a hablar ese día.
  • Te hacen sentir que el error siempre es tuyo.
Y cuando esa es tu realidad diaria, tu cuerpo reacciona. Tu autoestima cae. Tu energía baja. Tus ideas se esconden. Y tú, sin darte cuenta, empiezas a apagarte.

¿Cómo se manifiesta la indefensión aprendida en el trabajo?

  • Dejas de proponer cosas nuevas.
  • Evitas conflictos a toda costa.
  • Te disculpas por todo, incluso por cosas que no dependen de ti.
  • Sientes que todo lo haces mal (aunque antes sabías que eras bueno en tu trabajo).
  • Vives en tensión constante, esperando el próximo comentario.
Y lo peor: empiezas a pensar que eres tú el problema.

¿Cómo puedes empezar a salir de ahí?
Primero: reconoce que esto no es pereza, ni inseguridad sin causa. Es una respuesta aprendida a un entorno que te ha hecho daño. Y eso se puede trabajar. No de un día para otro. Pero se puede.
Algunas ideas que ayudan:

  • Recuperar espacios donde tu voz sí importa (fuera del trabajo si hace falta).
  • Identificar qué partes del malestar sí son tuyas y cuáles son del sistema.
  • Explorar límites y pequeñas acciones que rompan la pasividad.
  • Y, sobre todo, validar que lo que sientes tiene sentido.

¿Y cuándo pedir ayuda?
Si leer esto te ha hecho reconocer patrones en ti mismo o en tu entorno, y te estás dando cuenta de que esto lleva mucho tiempo instalado, no tienes que pasarlo solo.
Hablarlo en terapia puede ayudarte a recuperar confianza, perspectiva y agencia.
Porque sí: todavía hay partes de ti que están vivas. Solo están escondidas.

¿Te suena demasiado esto?
No estás exagerando. No estás siendo sensible “de más”. Estás intentando sobrevivir en un entorno que te desgasta.
Si necesitas hablarlo, ponerle nombre o simplemente escucharte sin juicio, aquí tienes un espacio donde hacerlo, pincha aquí.

WhatsApp